Para Osvaldo Jaldo el año arrancó el 20 de septiembre de 2021, cuando por la designación de Juan Manzur como jefe de Gabinete de la Nación, el vicegobernador quedó a cargo de la gobernación y de un gabinete que venía moviéndose al ritmo manzurista. No fue sencillo ni para el nuevo ocupante del principal sillón de la Casa de Gobierno ni para los ministros. La transición ha sido larga y costosa. De a poco, el tranqueño fue poniéndole su impronta a la gestión, sin dejar de lado las sugerencias de su compañero de fórmula.
En 15 meses al frente del Poder Ejecutivo, Jaldo apostó por lo seguro: pagar regularmente los salarios de los casi 110.000 empleados públicos y sortear una galopante inflación que causó planteos sindicales de recomposición, en un período en que las arcas provinciales -por efecto de una mejor recaudación- pudo hacer frente para, al menos, intentar empatarle a la suba sostenida de precios. Con esa tranquilidad, y con la paz social en un período económico crítico, el gobernador interino cierra un año en el que las cuentas públicas cerrarán con cierto superávit fiscal. ¿Qué significa eso? Que el oficialismo arrancará el año electoral sin contratiempos fiscales y con un presupuesto que ha crecido un 123% respecto de lo pautado originalmente para este año que se va. El oficialismo administrará la friolera de $ 800.000 millones, es decir, $ 2.191 millones por día en un 2023 en el que se juega la continuidad del poder hasta 2027.
Paralelamente, Tucumán ha gozado de la preferencia de la Casa Rosada. Con Manzur en la Jefatura de Gabinete y administrando el Presupuesto nacional durante gran parte del año viejo (la oposición no le aprobó el proyecto para este período que llega a su fin), la provincia aceleró los proyectos ejecutivos para encarar planes de obras públicas demorados durante muchos años, un poco porque el signo político de la gestión anterior no era afín al del distrito y otro poco por la falta de iniciativas que requerían de financiamiento nacional e internacional. No todo fue castigo político.
Si bien Tucumán no está entre las provincias que más fondos reciben desde la Nación, las transferencias no automáticas señalan que entre enero y noviembre de este año, el giro de recursos discrecionales ha experimentado un salto de 172% en términos nominales o casi un 54% en términos reales (descontando la inflación de ese período) con partidas cercanas a los $ 25.800 millones desde que Manzur se ubicó en el primer piso del edificio de Balcarce 50 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, según un diagnóstico elaborado por Politikon Chaco.
La relación entre los componentes del binomio gobernante tucumano ha sido reconstruida en tiempo récord, tras una dura disputa interna en los comicios de medio turno del año pasado. El problema no es la cabeza; sigue siendo el cuerpo. Los ruidos se mantienen entre los dirigentes que el año anterior protagonizaron una dura puja. Esa es una materia pendiente que Jaldo deberá rendirla en febrero, sino en marzo de 2023, con el visto bueno de su compañero de fórmula. Ambos mantendrán la conducción del Partido Justicialista, pero en el medio tendrán que definir los lugares que ocuparán sus principales alfiles al momento del reparto de cargos electivos. Todos quieren ser parte de la oferta electoral que correrá con el caballo del comisario. Todos hoy, sin embargo, tienen un gran signo de interrogación acerca de qué hará el binomio respecto de los espacios que se pondrán en juego el 14 de mayo próximo.
Jaldo quiere coronar su carrera política siendo electo gobernador de Tucumán. Lleva más de 35 años en la vidriera política provincial desde aquel momento en que se convirtió en intendente de su Trancas natal. El gobernador interino le está dando su impronta a la administración que le dejó Manzur. De hecho, varios ministros y secretarios de Estado sintieron el rigor de un dirigente acostumbrado al verticalismo y que no practica la “ley de ventaja” que sí forma parte de la línea de conducción de Manzur. La diferencia entre ambos también se evidencia en los impulsos. El médico sanitarista es imprevisible y tiempista; el contador público nacional, en tanto, es más impulsivo y lo demuestra cada vez que no se cumple algunos de los proyectos o acciones que encara. Las quejas de los funcionarios afectados llegaron a la Casa Rosada. Jaldo no deja de consultar al gobernador en uso de licencia cada decisión que toma, pero también tiene cierto margen de maniobra pensando en lo que se viene.
Para el tranqueño, este año ha sido un período de adaptación y de prueba ante la posibilidad de que se convierta en el sucesor natural de Manzur. Ha tratado de anticiparse a los problemas, sin perder de vista la puja política con la oposición. De su paso por la Legislatura, sabe cómo encarar negociaciones, pero también cuando debe pegarle al adversario político. No tiene el roce internacional de Manzur, pero hace la diferencia cuando va al interior de la provincia, a cada celebración tradicional de los pueblos. Ahora se ganó un espacio en la mesa de conversaciones de la liga de gobernadores peronistas que, poco a poco, se está convirtiendo en el eje del debate interno del oficialismo con el presidente Alberto Fernández golpeado por la crítica situación social, económica y política del país y con una vicepresidente como Cristina Fernández de Kirchner en retirada, como lo dijo tras la condena judicial.
El nuevo año recibirá a Jaldo con el prolongado interinato en la gobernación y con la incertidumbre acerca de si cerrará el segundo mandato del Frente de Todos en Tucumán. Eso dependerá de lo que haga Manzur. Jaldo trabaja para convertirse en gobernador el 14 de mayo. Esa es su meta y su mayor aspiración política.